
LA Risa
En la Edad Media había una cosmovisión del mundo completamente diferente a la que conocemos nosotros. Las expresiones artísticas no pertenecían exclusivamente al dominio particular del Arte, sino a la vida misma. Arte y vida no estaban separadas, todo lo que uno realizara en aquel entones, y que hoy sería considerado meramente un oficio, formaba parte del arte mismo. El arte se encontraba en todas las esferas de la vida. Las formas y expresiones populares, al separarse y oponerse a las formas y expresiones oficiales daban lugar a una “dualidad del mundo”, un segundo mundo, una segunda vida al lado del mundo oficial.
Para entender por qué la risa era tan distinta a la que hoy conocemos, es necesario saber que en la Edad Media existía un momento del año donde se volvía evidente que las jerarquías eran sólo un orden impuesto por la Iglesia que servía para organizar las actividades diarias. Ese momento era el carnaval, el cual era una fiesta hecha para todos, donde no habían fronteras espaciales y no existían los espectadores, sino que todos participaban. Donde también existía un fuerte elemento paródico: era el momento de vivir el “mundo al revés”, los plebeyos y campesinos se reían y disfrazaban de aristócratas y reyes, y estos a su vez de campesinos y bufones, lo cual estaba totalmente permitido y expresaba un mundo donde todos estaban incluidos, como actuando un papel. Las diferencias a nivel social, económico e intelectual, que existían durante el año, en este momento se diluían, para pasar todos a formar parte de una misma unidad. Es decir que eran totalmente contrarias a las fiestas oficiales, que contribuían a consagrar y fortificar el orden social vigente, esto es, la consagración de la desigualad.
En este contexto la risa era ambivalente, o sea que contenía no sólo un elemento negativo, es decir, el sarcasmo, lo burlesco y lo irónico, sino que a su vez contaba con un elemento positivo, la alegría y el alborozo, donde mediante la risa el cuerpo de uno se religaba con la tierra, el cosmos y la comunidad. La risa en aquel entonces ofrecía una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas totalmente diferente a la de hoy.
En relación con esto, la risa incluía a la “degradación” como un elemento positivo. Degradar significaba que el cuerpo se rebaje y aproxime a la tierra, considerada como la fuente de fertilidad, y esto implicaba que se exaltaran las partes bajas del cuerpo, el vientre y los órganos genitales y en relación con esto, los actos como el coito, el embarazo, la absorción de alimentos y la satisfacción de necesidades naturales.
Durante el Renacimiento hubo un corte tajante con la concepción anterior de la risa. Con las Reformas Protestantes y la Inquisición, la risa empieza a perder su fuerza regeneradora y su tono jocoso y alegre, sobreviviendo sólo su carácter negativo y formal. La risa ya no sirve a los fines del sentimiento de unión colectiva, sino que se vive más bien en soledad, y con la conciencia agudizada del aislamiento del hombre. El cuerpo de éste ya no es un cuerpo unido y universal, como sí era durante la cultura popular. El mundo se le vuelve ajeno al hombre, es exterior a él. La risa se vuelve una risa reflexiva, acusadora, donde prima el sarcasmo y la ironía. La risa se desprende de su carácter alegre para tratar temas que son dolorosos desde la reflexividad. Incluso, la risa se ha llegado a relacionar con el pecado, la locura y una expresión diabólica, siendo muchas veces censurada y mal vista.
Nos gustaría ahora preguntarle a Miguel qué cree él que ha ocurrido hoy con la risa, para qué sirve al hombre, a qué fines, si es que tiene alguno específico. Personalmente creemos, para terminar, que hoy la risa sirve para compartir las desgracias, el mundo cínico y alterado en el que vivimos. La risa como espacio reflexivo y de distancia respecto de lo que vivimos y compartimos simbólicamente en el mundo.
Para aquellos que les interese saber más sobre las transformaciones que ha sufrido la risa a lo largo de la historia, trabajamos dos textos: “La cultura popular en la edad media y el renacimiento”de Mijail Bajtin y “Cultura popular y cambio social” de Peter Burke.
Alejandra Santoro y Estefanía Romano (Columna- AM Onda Latina)