miércoles, 16 de febrero de 2011

Semiótica para la dirección escenica

Toda expresión artística tiene una estructura semiótica superficial y una estructura semiótica profunda (Radoslav Ivelic, 1996. Doctor en Filología Hispánica de la Universidad Complutense de Madrid). La semiótica superficial está conformada por el conjunto de signos de representación, de historificación, de expresiones psicológicas, de expresiones filosóficas, de expresiones sociológicas, y antropológicas. Estos signos superficiales permitirían a los artistas realizar tres actos semióticos: 1) de referencia imaginaria; 2) de designación representativa, abstractiva, y simbólica; 3) de expresión de lo anterior para la interpretación del espectador.

La semiótica profunda implica dos actos semióticos estéticos: el de fisiognomizar y el de simbolizar.

El acto semiótico de fisiognomizar es una práctica artística que consiste en conjugar los medios de expresión con la intención de configurar imágenes significativas.

El acto semiótico de simbolizar consiste en la creación del símbalon o símbolo específicamente estético, y en la creación de un nuevo sentido, el de la significancia estética o acto de significar propiamente tal.

Basándonos en las categorías semiótico-estéticas de Ivelic, definimos la semiótica del arte teatral como la dialéctica entre el significado teatral (estructura semiótica superficial) y la significancia (estructura semiótica profunda).

¿A dónde nos conduce lo anterior? Al hecho de que en el acto semiótico de significancia teatral se produce un acto de simbolización estética que otorga un nuevo valor al significado de una obra teatral: el valor de la develación estética del arte teatral sólo en el momento en que el contemplador-interpretante realiza su experiencia estética. En términos simples: para significar, comprender e interpretar una obra teatral, no basta con leerla en los diarios u opinar sin siquiera haberla “visto”. Quien así lo hace, no opera con elementos semiótico-estéticos, sino con elementos ideológicos, creencias sociales básicas que deforman las representaciones de la realidad y ayudan a construir imaginarios sociales tendenciosos por parte de ciertas elites del poder que no gustan de deshacerse de su capital cultural y el consiguiente dominio, control, abuso de poder que éste conlleva.

No es posible significar, comprender e interpretar una obra teatral sin participar en la construcción del símbalon o símbolo propiamente estético. Sólo así se puede reconstituir lo humanificador del arte teatral, recuperar las imágenes significativas exteriorizables a partir de la estructura interna de la obra teatral, de reconstruir el sentido global que completa la experiencia estética teatral. Sólo estando aquí, percepcionando la obra teatral como tridimensionalidad de sentidos en movimiento real acerca de contenidos imaginarios, pudiéramos acercarnos a una estética crítica, y alejarnos de las cogniciones personales-sociales ideologizadas, o peor, aún uniformadas.

Es decir, existe un proceso de culturización a partir del cual los símbolos se interiorizan de tal forma que bastan tan sólo recrear estas señas y guiños entre el triangulo director- actores- espectadores para que la puesta en escena haga sentido inmediato. En términos académicos esto lo llamaríamos hacer “economía de sentido”. Asi es como por ejemplo en la obra El Anatomista, que se desarrolla temporalmente en los tiempos victorianos, donde los actores aunque utilizan una vestimenta que bien se podría usar hoy, basta sólo con que Renata Schuseim les coloque un cuellito victoriano a éstos para que se referencie inmediatamente la época exacta en que sucede.


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