miércoles, 16 de febrero de 2011

¡Qué saben los pitucos!

Hoy la idea es vislumbrar cómo el tango va perdiendo sus características de origen cuando es tomado por la clase media-alta para formar parte de sus hábitos, adulterándolo para que se constituya como un emblema de nuestra argentinidad.

El tango “Así se baila el tango”, que solía cantar Alberto Castillo, expresa claramente este concepto de que esta expresión popular, surgida en los arrabales y en los puertos, ha sido modificada para agradar o no escandalizar a ciertos sectores.

¡Qué saben los pitucos, lamidos y shushetas!

¡Qué saben lo que es tango, qué saben de compás!

Aquí está la elegancia. ¡Qué pinta! ¡Qué silueta!

¡Qué porte! ¡Qué arrogancia! ¡Qué clase pa'bailar!

Así se corta el césped mientras dibujo el ocho,

para estas filigranas yo soy como un pintor.

Ahora una corrida, una vuelta, una sentada...

¡Así se baila el tango, un tango de mi flor!

Si al comienzo las letras de tango van a remitir a una genitalidad tanto de varones como de mujeres y al acto sexual, luego estas letras fueron “adecentadas” para que puedan ser oídas en los hogares de los sectores medios aunque conservaron cierta reminiscencia de origen prostibulario, popular y contestatario, puntos de fuga que nos hablan de una Buenos Aires y un país que se fue conformando a partir de violencia y represión, y a partir de una fuerte normativa. En cuanto al baile, el tango también sufrió una enorme modificación para su aceptación universal: se introdujeron pasos para que el baile se desarrollase alrededor de la pista, y el carácter seductor del tango fue sustituyéndose por un compás más rápido, duro y agresivo.

Los cambios más notables que podemos encontrar del primer tango a sus reversiones son, por un lado, la imagen de la mujer, que en principio era la mujer prostituta, marginada, regenteada por el hombre, que ni siquiera participaba del baile, a una mujer con carácter, que engaña, que es astuta, siendo ella la que abandona al hombre, aunque desde las letras esos mismos rictus de independencia no dejaban de ser sancionados. Por otro lado, las letras se tuvieron que dejar de escribir en lunfardo porque no era entendida como el lenguaje legítimo para la clase media-alta. De hecho, en interesante señalar que esta jerga comenzó como un lenguaje carcelario de los presos para que los guardias no los entendieran, a fines del siglo XIX. Por último, entendemos que hay un cambio en la perspectiva y el sentido, ya que quien canta y baila el tango no lo hace desde la marginalidad y en un tono combativo frente a las condiciones bajo las cuales se vive, sino que el sujeto es otro, quien mira a la pobreza, la carencia, la promiscuidad y al hambre desde afuera y por lo tanto el significado de las letras se vuelve más ameno, no buscando ya un cambio, sino sufriéndolo. Como si se tiñera de romanticismo, el tango se vuelve nostálgico, y cambian las temáticas. Ahora el problema no es “el mango”, “la cana”, el burdel, sino el amor no correspondido, la mentira, el desengaño.

Lo profundo que todavía, y a pesar de los cambios, guarda el tango es el señalamiento de la no sutura de nuestra sociedad, en cuanto a que persiste una identidad totalmente fragmentada. Fragmentaciones e hibridaciones que nos conforman pero a su vez nos siguen dividiendo y que producen ese sentimiento nostálgico y de no pertenencia.


Alejandra Santoro y Estefanía Romano (Onda Latina)

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